Acabo de llegar a casa. Es domingo de Resurrección, y hace poco más de media hora que ha terminado “El Encuentro”. Desde que tengo uso de razón nunca he faltado a esta procesión. De pequeño iba con mi madre, crecí y empecé a ir con mis amigos, luego con la banda de música donde tocaba el clarinete, después con mi primera novia, pasados los años con mis otras novias. En fin, he ido cambiando de compañía, pero mi presencia en este acto, al menos para mí, siempre ha sido obligatoria. Incluso hice una explicación literaria de este acontecimiento que fue premiada en un concurso. Y aunque siempre, todos los años, es lo mismo; la sobriedad de las imágenes, las palomas esparciendo el colorido de sus alas por el cielo, el himno nacional saliendo de los dorados y plateados instrumentos, y la misma gente aposentada en los mismos lugares, me cuesta no emocionarme, y tengo que confesar que algún año he llegado a llorar (dependiendo de mi estado emocional en ese momento).
Y me doy cuenta de la unión que existe en mi pueblo por las tradiciones. Personas de distinto rango social, de distinta ideología, incluso de distinta afición futbolística, se unen formando una piña, para celebrar todos juntos un acto centenario y que no deja indiferente a ningún curioso turista, que cámara en mano no sabe donde lanzar las instantáneas, si a la Virgen o a Cristo resucitado.
Que bonito sería que en la política fuese igual. Todos luchando por el lucimiento de nuestra población. Apoyando todas y cada una de las ideas que aportaran futuro a nuestro pueblo.
Sin acusaciones a los otros, sin estrategias de marketing estudiadas por los altos mandatarios (que nunca son de aquí).
Que todos pusiesen su granito de arena para fabricar un barco cargado de ilusión, de seguridad, de empeño por ponerlo a flote.
Si este barco llamado Onda surca el mar en buena forma, todos llegaremos a un buen puerto y podremos celebrar nuestra llegada.
Pero si el barco se hunde, nos iremos todos al fondo; rojos, azules, verdes, grandes, pequeños…
Bueno todos no nos hundiremos. Los grandes mandatarios (que nunca son de aquí), seguirán ideando estrategias de marketing para otros barcos con otros nombres, eso sí, sin usar los mismos métodos que a nosotros, nos hicieron naufragar.
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